¿Me regala una monedita macho?

Cada mañana después de que mi bus pasa por miles de calles llenas de caries, me bajo en la parada y aparece ese graffiti humano del limosnero. Y todos los días me hace la misma puta pregunta “¿me regala una monedita macho?”. Inmediatamente pasa por mi mente el montón de noches incontables donde me quedo clavado en el trabajo o esos apuros de fin de quincena donde estiro la plata con milagros, promesas de pago y sueños de lotería. Después de ese “pequeño” repaso mental no me queda otra que mirar a ese care e’ barro con ojos de VAYA-A-CONSEGUIRSE-UN-BRETE-COME-MIERDA y salgo a toda máquina a esperar la buseta que me lleva al trabajo.

Nunca he reflexionado como es mi trato con ese ser humano, porque es una rutina mecánica: el pide y yo ignoro. Hasta hoy que una duda me persiguió todo el día como ejecutiva de cobro de tarjeta de crédito:

-¿Seré yo el limosnero que ya tiene cansado a Dios?-

El Todo Poderoso sentado en su nube blanca pasa su día tratando de que no maten al primer presidente negro de USA, tratando de solucionar lo del AH1N1 (que seguro es torta nuestra), viendo como putas llegan a amarse judíos y árabes para que se acaben las guerras del oriente medio y ahí estoy yo: pide y pide por cosas tan insignificantes como que en esta crisis no me quede sin brete, ganarme la lotería para pagar todas mis deudas, que el ICE no me haya cortado el celular y que se yo más tonteras. De fijo Dios se rasca su barba blanca y no le queda otra que mirar a este care e’ barro con ojos de ME-ESTÁ-JODIENDO.

Mañana en la mañana, cuando me baje del bus y el limosnero me haga la misma pregunta le voy a dar un billete de mil colones. Y en la noche en vez de rezar, miraré al cielo y haciendo un guiño solo diré “¿me regala una monedita macho?”.