martes, 2 de junio de 2009

ENEMIGO MÍO


Hay día en los que nos amanezco, simplemente no soy yo, el que se despierta es el enemigo, el encargado de sabotearme justo cuando la palabra correcta iba a llegar a mi boca o cuando estaba a punto de tomar esa decisión que cambiará a buena mi mala conducta, me llama de nuevo ese socio de lo sombrío y me arrastra sin cadenas al vicio y al vacilón. Esos días por cierto, son de licencia para todo, no puedo negar lo mucho que me divierto cuando se que la culpa a colgado su sotana y que estoy a millas planetarias de arrepentirme de lo que hecho, por que al fin y al cabo no fui yo, fue el otro, el enemigo, ese que repudio cuando me pongo el traje de domingo y converso cual simple oveja con las señoras de traje.
Pero para ser sincero lo extraño a veces. Cuando veo las canas marcando la recta final, siento esa necesidad de buscarlo a gritos en los bares, de sacarle la ropa a una mujer y encontrarlo de nuevo en el brillo libidinoso que me palpita en los ojos. Y es que el pobre me necesita. Todo en el se maneja a la intemperie. Su presencia esta dispersa el spray pictórico que lloran los callejones. Su voz es el tono maldito que uso cuando contesta la contestadota. Pobre, de verdad pobre diablo. Si mí el aburrido no sería. No tendría el cuerpo para pagar la factura de los excesos. No tendría esa cuenta abierta de besos, abrazos, humos y risas. Sin mí solo sería un mal deseo que la prudente gente patearía como una lata olvidada. De verdad que hay días que amanezco cagado del miedo por las consecuencias, ebrio de tanto beso, narcotizado de las cosquillas de la alegría y contento… inmensamente contento de que ese hijo de puta de mi enemigo se siga riendo.

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