CALENDAR GIRL ( favor leer escuchando la canción WILD IS THE WIND de David Bowie)

Parece una foto que sacaron de la mochila del abuelo ficticio, que fue bombardero en la Segunda Guerra Mundial. Y tú eras una CALENDAR GIRL, ese trocito de paraíso inalcanzable que lo mantenía con vida, aún cuando las balas silbaban de cerca. Ese pequeño oasis de paz que entre cañonazo y cañonazo, hacía que contemplando esa foto, la comida de recluta abandonado supiera casi a la que mamá preparaba los domingos.

Seguro el abuelo ficticio tomaba esta foto y la colgaba en su cabina de piloto mientras perdía un suspiro entre las nubes, vaticinando que lo mejor ese era su último día. Le temblaban las manos por la cercanía de la muerte y para tranquilizarse volvía a ver tu foto. Luego sonreía y se abalanzaba sobre los aviones enemigos seguro y confiado. Ese breve vistazo a tu anatomía le recordaba que había cosas por las que vale la pena pelear para seguir vivo.

Tal vez, cuando la guerra termino el abuelo ficticio fue a un Bar en Praga y frente a una botella de vino tinto, lloró la desventura de enfrentarse a la dura realidad: la foto solo era una foto. Y a lo mejor la tenían millones de reclutas más. Creo (no estoy seguro) que trató de dejar la foto en la mesa del bar. Pero un amor de mentiras que se forja bajo fuego enemigo se vuelve un amor de verdad que no se olvida nunca.

Cuentan que cuando el abuelo ficticio falleció, horas antes de morir con voz de trueno sentenció que lo enterraran con esa foto a pesar del llanto de aguacero de las hijas, que enfrentaban sorprendidas la verdad definitiva que el amor de la vida de aquel “santo hombre” no era aquella que llamaban mamá.

Sólo la hija mayor no protestó y cumplió la voluntad del abuelo ficticio pegándola fuera el ataúd. En medio del aguacero al ataúd bajaba lento. Las gotas resbalaban por la fina madera. Y cuentan (no me consta, pero lo creo) que entre gota y gota de lluvia parecía que la CALENDAR GIRL lloraba desconsolada…